Como sabéis, el pasado 15 de junio pudimos disfrutar de un eclipse lunar aquí en la península. Las condiciones eran las idóneas, ya que coincidía con la fase de luna llena, había previsión de cielo despejado y hasta había un invitado nada habitual que podía hacerlo aún más espectacular. Me refiero a las cenizas de un nuevo volcán en erupción que podía darle a la luna un tono más rojizo.
Con semejante escenario era obligada una observación del evento la cual incluyera, como no, una sesión fotográfica. Como acontecimientos así no pasan todos los días, había que ir bien preparados. Por eso la noche antes decidí documentarme y practicar fotografiando la luna casi llena que lucía el cielo. La verdad es que resultó sumamente fácil siguiendo las indicaciones encontradas por internet. Una ISO bajo, una velocidad de obturación alta (todo y que parezca que así quedarán sub-expuestas), y un diafragma suficientemente cerrado como para conseguir una buena nitidez. Practiqué también el modo de enfoque en manual, ya que dudaba de si con la luna eclipsada, el modo automático funcionaría convenientemente. Pero los resultados fueron más que buenos. Mejores de los que esperaba teniendo en cuenta que el objetivo elegido, el de distancia focal más elevada de los dos que dispongo, es un 18-55mm. Evidentemente la luna salía pequeña, muy pequeña, pero ampliándola convenientemente en post-edición el resultado me satisfacía.
Así que con mucha ilusión, al día siguiente, tras la habitual jornada de trabajo, y después de pasar por casa a preparar el picnic, me dirigí al sitio elegido para tan especial sesión fotográfica. Hablo del faro de Torredembarra. El lugar elegido quizás no era el más propicio para una sesión fotográfica a la luna, ya que el faro, como es obvio, va iluminando los alrededores con su potente foco. De todas formas, a excepción del faro, hay muy poco contaminación lumínica. ¿Por qué elegimos ese escenario? Porque asumimos que con el 18-55mm no podíamos fotografiar una luna majestuosa y sí un mar bañado de rojo.
Una vez en Torredembarra, y después de coger lo que nos pareció el mejor sitio, aposentamos nuestras posaderas en la roca del lugar mirando al sud-este. Como la luna parecía que no quería salir, decidimos esperarla tomando una cervecita y picoteando unas patatas fritas. Y como la luna parecía que seguía sin querer salir, decidimos empezar la cena al más puro estilo Heidi: Pan, queso y poco más. A cualquier cosa le llamamos picnic… Y como la luna parecía que seguía sin querer salir, decidimos buscarla con la mirada. Y voilá, allí estaba, a nuestra izquierda, medio ensombrecida ya por el eclipse. Así que ahora tocaba limpiarse las manos, montar el trípode, y empezar la sesión fotográfica. El trípode es uno de esos pequeñitos, súper plegables, que puedes llevar siempre contigo, sacándote de un apuro. ¿Ahora bien, sería suficiente para fotografiar a la luna en un lugar como este, con los desniveles propios de la roca? Pues la respuesta está clara: ¡No! Conseguir que el trípode permaneciera estable y nivelado durante más de una foto era misión imposible. Tampoco ayudaba el hecho que sea bastante corto y obligue a una postura del cuerpo bastante forzada (ya tenemos una edad). Así que optamos por utilizar la cámara “a pelo”. Al fin y al cabo es como practicamos la noche antes… Pero como presuponía, la velocidad de obturación con la que practicamos era demasiado para captar la poca luz que desprendía la luna, ya prácticamente eclipsada. El enfoque fue otro de los problemas, y es que saber si la luna estaba enfocada viendo el minúsculo punto de la luna mostrado en el visor tras ajustar la distancia focal en 55mm era realmente difícil. Poniéndolo el enfoque en automático, y tras realizar varias fotos, quedó claro que la cámara no era capaz de realizar el enfoque correctamente. Poniendo el enfoque en manual, y tras realizar otra serie de pruebas, también quedó claro que mi ojo tampoco me permitía realizar el enfoque correctamente.
Tras el ataque de unas ratas que se propusieron jodernos la noche, optamos por empezar a fotografiar el faro, alejándonos de las bestias y dejándoles el postre, unas deliciosas rosquillas tradicionales, para que estuvieran entretenidas.
Pero la noche estaba gafada y tras 3 o 4 fotos no satisfactorias decidimos volver a casa.
Moralejas:
1ª No vayas al Vietnam con una escopeta de feria.
2ª Nunca salgas de casa sin un mata ratas.
3ª Nunca te dejes el postre para el final.
Buena crónica. Lástima que no fuera provechosa...
ResponderEliminarSi te sirve de consuelo, yo esperá más de 1a hora la luza y ni siquiera la vi, las cubes me lo impidieron, con lo que me quedé con las ganas...
Espero que aprendas de los errores :)
La noche estuvo bien y alguna cosa aprendí. La próxima sesión nocturna seguro que es más provechosa.
ResponderEliminarPues que putada que no pudieras verla. Bueno, a esperar vete a saber cuantos años más :-P