Las “calçotades”, todo y que están muy extendidas por toda Cataluña, nacieron en Valls a finales del siglo XIX.
“El cultivo de los calçots comienza en los últimos meses del año, sembrando la semilla de la cebolla. Cuando esta ha crecido, se arranca y se guarda una temporada para volverla a plantar una vez más de forma que quede medio enterrada. A medida que crece la planta, hay que irla calzando, o sea, rodándola de tierra. De aquí viene el nombre de calçot. Su cosecha se realiza desde noviembre hasta abril.
Su cocción se hace poniendo los calçots encima de unas rejillas encima de un fuego de llama viva hecha con sarmientos. Se sabe que están cocidos cuando están blandos de la punta y totalmente negros de la parte de fuera. Se guardan envueltos en papel de periódico para mantenerlos calientes.
Se llevan a la mesa bien calientes y servidos en una teja de barro, acompañados de la salsa "salvitxada" en una tarrina de barro, un babero, un buen pan y un buen vino de la comarca servido con porrón.
Para comerlos hay que ponerse un babero ya que la tradición dice que se tienen que comer con las manos. Esto es, coger el calçot y a la boca.”
Información extraída de la web de la Masia Fontscaldes.
Todo y que se pueden comer calçots en muchos restaurantes de Cataluña, desde hace varios años que nos acercamos a Valls para hacerlo. Concretamente a un pequeño, pequeñísimo pueblo, que se encuentra en el término municipal de Valls, en la comarca de “Alt Camp”. El pueblo en cuestión se llama Fontscaldes y, todo y su diminuto tamaño, tiene dos masías donde poder hacer auténticas calçotades. Una es la Masia Cervelló, que se encuentra en la carretera que atraviesa el pueblo. Y la otra, a la que fuimos esta vez, es la Masia Fontscaldes, algo más escondida. Tanto en una como otra sirven el menú típico, formado por:
- Calçots.
- Pan tostado con tomate y ajos.
- Porrón con vino negro de “l’Alt Camp”.
- Longaniza con judías secas y carne de cordero con alcachofas a la brasa.
- Mortero de “allioli” (ajo y aceite).
- Ensalada de escarola.
- Cava brut.
- Naranja alineada con vino dulce.
- Y, y para terminar, crema catalana.
Todo y que inicialmente no quería llevarme la cámara, al final no pude resistirme. No quería hacer un gran reportaje, pero si hacer “cuatro fotos” representativas. Así que después del rollo, vamos a por ellas:
La carretera que atraviesa el pueblo tiene sólo unos pocos metros, así que al poco de pasar la primera masía, y justo antes de dejar el pueblo, nos encontramos un cartel que anuncia la Masia Fontscaldes.
La masía dispone de un amplio terreno y, al parecer, también hacen calçotades al aire libre.
Como en toda masía catalana, no pueden faltar aquellos objetos viejos que adornan el lugar.
Y como no, el ingrediente principal.
Y unos cuantos vinos colocados en lo que un día fue una ventana.
Aunque el vino, mucho mejor en un porrón, como manda la tradición.
Y para acabar, una foto del campanario del pueblo…
… y es que todo pueblo, por insignificante que sea, tiene su iglesia con su respectivo campanario.